BRAILLE

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Textura de Braille impreso.
Diseño gráfico mostrando el relieve del sistema Braille sobre papel.






Sobre el Braille y el Abismo de la Alfabetización en Perú


Sobre el valor y la trascendencia del sistema Braille se ha escrito y discursado suficientemente en nuestro país. Desde diversos espacios e instancias. Desde los más oficiales hasta los más personales o experienciales. Sin embargo, el desafío ya no es ni puede seguir siendo filosófico, sino logístico: la implementación de una infraestructura nacional de producción Braille. Esta infraestructura es indispensable no solo para saldar una deuda educativa con los estudiantes, sino para posicionar el acceso a la lectura de personas ciegas en el estándar que exige el siglo XXI.

El camino hacia el empleo calificado y la autonomía profesional se construye sobre una alfabetización sólida. El sistema Braille no es una opción, es la herramienta estructural que garantiza esa alfabetización. Al proveerla, el Estado peruano posibilitaría que una población talentosa y resiliente contribuya plenamente a la economía del conocimiento.

Este potencial solo se puede activar con medidas concretas y tangibles, superando el modelo de normas declarativas o soluciones paliativas. Es indispensable iniciar la transición de los esfuerzos aislados a una provisión centralizada, continua y estandarizada de material de lectura y escritura.

La inversión en esta infraestructura es la condición fundamental para el acceso al empleo y la productividad. Es la decisión más asertiva para construir un país realmente inclusivo. Es hora de dejar de administrar el potencial perdido para comenzar a invertir coherentemente en el mayor activo nacional, su gente.

El Abismo de la Alfabetización: Por qué el Braille es Infraestructura Crítica para el Perú

Vivimos en una era de flujo y acceso digital. La información fluye a través de asistentes de voz, lectores de pantalla y audiolibros. Para la comunidad de personas con discapacidad visual en el Perú, estas opciones han significado un avance innegable en el consumo de información. Sin embargo, parecemos haber confundido peligrosamente el «consumo de información» con la «alfabetización». No son lo mismo, ni son reemplazables o intercambiables el uno por el otro.

En el Perú tenemos un déficit estructural que ninguna tecnología auditiva puede solucionar: la ausencia casi total de acceso al sistema Braille.

El Braille no es simplemente «un método» para leer; es el único sistema que permite a una persona ciega acceder a la estructura fundamental del lenguaje escrito.

Escuchar un audiolibro nos informa de una idea. Leerla en Braille nos enseña dónde va la coma, cómo se construye la sintaxis de una oración compleja, cómo se escribe correctamente una palabra (ortografía) y cómo se estructura un párrafo. El audio permite seguir el contenido; el Braille permite trabajarlo. El sistema Braille permite redactar un contrato, programar código o interpretar una partitura musical.

La alfabetización es el dominio de la estructura. En Perú, sistemática e históricamente se le viene negando esta estructura a miles de ciudadanos con discapacidad visual.

El contexto es alarmante por su ausencia. No contamos con una editora nacional. No existe un servicio centralizado de impresión Braille para dotar de a las bibliotecas del país, (Ministerio de Cultura), y en el Ministerio de Educación solo se generan textos escolares, no se está produciendo bibliografía nacional o científica en sistema Braille. Los estudiantes ciegos no reciben libros como tal, títulos completos y orgánicos en sistema Braille. Para leer la literatura nacional, para conocer a los pensadores peruanos, el ciudadano ciego de este país sigue dependiendo de la buena voluntad de un tercero que les lea el material.

Esto no es solo un problema de inclusión; sino que constituye un fallo en la infraestructura educativa.

Cuando un país decide no invertir en la producción estandarizada de Braille (Grado 1 para alfabetización inicial y Grado 2, estenográfico, para la productividad profesional), está tomando una decisión económica. Está decidiendo limitar el potencial de su capital humano.

Las estadísticas internacionales son claras: existe una correlación directa y abrumadora entre la alfabetización Braille y el empleo calificado. La dependencia exclusiva del audio relega a una vasta población al subempleo o la informalidad, no por falta de talento, sino por falta de la herramienta más básica de la lectoescritura.

Un estudiante que solo escucha está en desventaja frente al que puede tomar apuntes estructurados. Un profesional que no puede revisar la puntuación de un informe antes de enviarlo, pierde competitividad.

El Perú necesita, con urgencia, definir una política pública sobre el Braille que vaya más allá de un relato en Braille escrito a mano, de la señalética en un ascensor o de la tarjeta personal de un funcionario del gobierno.

Necesitamos establecer el estándar técnico. Requerimos urgentemente una entidad, —un centro nacional de producción táctil— que garantice que un libro de texto escolar o una obra de la literatura peruana esté disponible en Braille técnico y de calidad, de la misma forma que está disponible en tinta.

Dejar esta labor a la suerte, a conversores web (que fallan garrafalmente en la sintaxis y el Grado 2) o al voluntarismo, es perpetuar el abismo.

El Braille no es un sistema del pasado. Es la herramienta que garantiza que los ciudadanos ciegos del siglo XXI no sean solo oyentes pasivos, sino actores alfabetizados, críticos y productivos en la economía del conocimiento. Es hora de empezar a construir esta infraestructura.




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