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Diversidad en escena: pieza hecha por ciegos aborda la deficiencia visual y el paso del tiempo

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En el escenario, en una escena inusitada, el personaje vivido por la actriz Sara Santos, que es ciega, hace una broma con el fotógrafo: “¿Estás viendo cómo estoy maquillada?”, Pregunta. Él responde que sí, y ella dice: “Yo no”. En ese tono bien humorado, la compañía de teatro Cuerpo Táctil, del Instituto Benjamin Constant, prepara una corta temporada en el Teatro Armando Gonzaga, en el Centro de Río. Del espectáculo “Da un tiempo para hablar de tiempo” participan Sara y otras cuatro personas con discapacidad visual.

Desde la creación de la compañía, el año pasado, el elenco subió en los escenarios de espacios como el Liceo de Artes, la UFF y el Centro Cultural de la Justicia Federal. Los ensayos, realizados una vez por semana, se rellenan por momentos de relajación, sube y desciende de escaleras, cambio de figurines y dribles con desenvoltura en el que está por el camino – del banco que queda en el centro del escenario a una caja de sonido.

El Cuerpo Táctil es el desdoblamiento de otro grupo, bautizado con el nombre del Instituto Benjamin Constant, y que actuó entre 2003 y 2015. Tras una serie de piezas marcadas por la constante renovación del elenco, que obedecía a la llegada de nuevas clases, Marlíria resolvió dedicarse exclusivamente a un quinteto, compuesto por un estudiante y cuatro ex alumnos.

El nuevo montaje es un ejemplo del tono democrático del grupo. Una integrante propuso una pieza que abordara el tiempo, mientras que otro quería mostrar a la audiencia lo que es la deficiencia visual. Las dos propuestas fueron votadas por el grupo y cosidas en un solo espectáculo.

– La gente debe asistir a una buena pieza, hecha por buenos actores. El objetivo no es presentar el deficiente visual como un pobre pobre-afirma Marlíria, autora del texto final, al admitir su resistencia inicial a hablar de la ceguera para el público.

Cambio de actitud

En la opinión de los idealizadores de la pieza, las personas con discapacidad visual fueron tratadas durante mucho tiempo como “invisibles, inexistentes” y colocadas al margen de la única cultura considerada legítima: la de las personas que veían. Y el sentimiento de ellas, durante mucho tiempo, era que no deberían formar parte de la sociedad o, en el mejor de los casos, necesitarían adaptarse. Para Marlíria, el cambio de pensamiento viene sucediendo “poco a poco”, con el aumento de la discusión sobre temas como inclusión y diversidad.

La pieza actualmente escenificada por el grupo acompaña la trayectoria de una pareja a lo largo de la vida, con dos actores interpretando personas con discapacidad visual. Uno de ellos es Felipe Pereira, de 25 años, que vive el protagonista Jorge. Estudiante del 3er año de secundaria, el actor concilia la preparación para el ingreso de este año, en el que intentará cursar música, el trabajo con el Grupo Táctil y también con otra compañía teatral.

– Yo quería hablar sobre deficientes visuales en la pieza porque percibo que la gente no sabe cómo tratarnos – explica. – Muchas veces, por puro desconocimiento, pero a veces la sociedad nos impone otros límites. Por eso necesitamos paciencia para mostrar lo que somos capaces de hacer.

En medio del espectáculo, parte del elenco muestra agilidad e independencia al cambiar rápidamente de ropa en la esquina del escenario. Y los actores se divierten al contar que muchos creen que las personas con discapacidad visual no saben hacer eso sin equivocarse en el vestuario. Pero para ellos, es más simple de lo que parece:

– Nadie pone ninguna pieza del revés – cuenta la directora.

La intérprete de Clarissa, una mujer que no tiene deficiencia visual, la profesora Claudia Rodrigues se divide entre el escenario del Instituto Benjamin Constant, en la Urca, Zona Sur de Río, y una escuela pública en Belford Roxo, en la Baixada Fluminense, donde da clases de ” lengua portuguesa y de la literatura en la escuela primaria.

– Me gusta ir a ambientes precarios, porque la gente parece más propensa a acoger a alguien que no forma parte de su realidad, como un ciego – cuenta Claudia, de 29 años. – Nunca tuve una persona con discapacidad visual en la clase. Para que este tema no sea un tabú, dejo que me pregunten lo que quieran. Mi convivencia diaria con los alumnos me ayudó a montar el personaje.

Además de diversas situaciones presentadas en la trama del espectáculo-como encuentros casuales y una fiesta-, el texto aún incluye momentos más serios, en que los actores reproducen relatos verídicos sobre ciegos. En el caso de Sara, Claudia y Felipe, están en el elenco Johnatan Rodrigues, de 18 años, el único del grupo que tiene baja visión, y Acauan Posino, de 16 años, el único de la compañía que nació ciego.